Cuentos cortos de Paulo Coelho
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Cuentos cortos de Paulo Coelho
Cuentos cortos de Paulo Coelho
Nasrudin conversaba con un amigo.
—Entonces, ¿nunca pensaste en casarte?
—Sí, pensé —respondió Nasrudin—. En mi juventud resolví buscar a la mujer perfecta. Crucé el desierto, llegué a Damasco y conocí a una mujer muy espiritual y linda; pero ella no sabía nada de las cosas de este mundo.
Continué viajando y fui a Isfahan; allí encontré a una mujer que conocía el reino de la materia y el del espíritu, pero no era bonita. Entonces resolví ir hasta El Cairo, donde cené en la casa de una moza bonita, religiosa y conocedora de la realidad material.
—¿Y por qué no te casaste con ella?
—¡Ah, compañero mío! Lamentablemente ella también quería un hombre perfecto.
Estaba en la playa una niña con su padre y él le pidió que probara si la temperatura del agua era buena. Ella tenía cinco años y se entusiasmó de poder ayudar; fue hasta la orilla del mar y se mojó los pies.
—Metí los pies. Está fría —le dijo.
El padre la tomó en brazos, fue con ella hasta la orilla del mar y sin ningún aviso la tiró dentro del agua.
Ella se asustó, pero después se divirtió con la broma.
—¿Cómo está el agua? —preguntó el padre.
—Está buena —respondió.
—Entonces, de aquí en adelante, cuando quieras saber alguna cosa, zambúllete en ella.
Un hombre caminaba por el bosque cuando vio una zorra lisiada. “¿Cómo hará para alimentarse?”, pensó.
En ese momento, se acercó un tigre, con un animal entre los dientes. Sació su apetito, y le dejó a la zorra lo que había sobrado. “Si Dios ayuda a la zorra, también me va a ayudar”, reflexionó.
Volvió a su casa, se encerró en ella, y se quedó esperando que los Cielos le proveyeran de alimento. Nada pasó. Cuando ya se estaba quedando demasiado débil para salir a trabajar, se le apareció un ángel.
—¿Por qué decidiste imitar a la zorra lisiada? —preguntó el ángel.
—¡Levántate, toma tus herramientas, y sigue el camino del tigre!
“Un guerrero de la luz comparte con los otros lo que sabe del camino.
Quien ayuda, siempre es ayudado, y tiene que enseñar lo que aprendió.
Por eso, él se sienta alrededor de la hoguera y cuenta cómo le fue en su día de lucha.
Un amigo le susurra: ¿Por qué revelas tan abiertamente tu estrategia? ¿No ves que actuando así corres el riesgo de tener que compartir tus conquistas con los otros?
El guerrero se limita a sonreír, sin responder.
Sabe que si llegara al final de la jornada a un paraíso vacío, su lucha no habría valido la pena.”
La pareja ideal
Nasrudin conversaba con un amigo.
—Entonces, ¿nunca pensaste en casarte?
—Sí, pensé —respondió Nasrudin—. En mi juventud resolví buscar a la mujer perfecta. Crucé el desierto, llegué a Damasco y conocí a una mujer muy espiritual y linda; pero ella no sabía nada de las cosas de este mundo.
Continué viajando y fui a Isfahan; allí encontré a una mujer que conocía el reino de la materia y el del espíritu, pero no era bonita. Entonces resolví ir hasta El Cairo, donde cené en la casa de una moza bonita, religiosa y conocedora de la realidad material.
—¿Y por qué no te casaste con ella?
—¡Ah, compañero mío! Lamentablemente ella también quería un hombre perfecto.
La playa
Estaba en la playa una niña con su padre y él le pidió que probara si la temperatura del agua era buena. Ella tenía cinco años y se entusiasmó de poder ayudar; fue hasta la orilla del mar y se mojó los pies.
—Metí los pies. Está fría —le dijo.
El padre la tomó en brazos, fue con ella hasta la orilla del mar y sin ningún aviso la tiró dentro del agua.
Ella se asustó, pero después se divirtió con la broma.
—¿Cómo está el agua? —preguntó el padre.
—Está buena —respondió.
—Entonces, de aquí en adelante, cuando quieras saber alguna cosa, zambúllete en ella.
El camino del tigre
Un hombre caminaba por el bosque cuando vio una zorra lisiada. “¿Cómo hará para alimentarse?”, pensó.
En ese momento, se acercó un tigre, con un animal entre los dientes. Sació su apetito, y le dejó a la zorra lo que había sobrado. “Si Dios ayuda a la zorra, también me va a ayudar”, reflexionó.
Volvió a su casa, se encerró en ella, y se quedó esperando que los Cielos le proveyeran de alimento. Nada pasó. Cuando ya se estaba quedando demasiado débil para salir a trabajar, se le apareció un ángel.
—¿Por qué decidiste imitar a la zorra lisiada? —preguntó el ángel.
—¡Levántate, toma tus herramientas, y sigue el camino del tigre!
El guerrero de la luz
“Un guerrero de la luz comparte con los otros lo que sabe del camino.
Quien ayuda, siempre es ayudado, y tiene que enseñar lo que aprendió.
Por eso, él se sienta alrededor de la hoguera y cuenta cómo le fue en su día de lucha.
Un amigo le susurra: ¿Por qué revelas tan abiertamente tu estrategia? ¿No ves que actuando así corres el riesgo de tener que compartir tus conquistas con los otros?
El guerrero se limita a sonreír, sin responder.
Sabe que si llegara al final de la jornada a un paraíso vacío, su lucha no habría valido la pena.”
Garvo- Voz Autorizada
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